EL NUEVO MODELO DE FORMACIÓN
La formación debe evolucionar de modo acorde a las nuevas tendencias educativas, pero también a las referidas a la nueva organización empresarial. Para ello, marcamos seis puntos clave:
La formación debe evolucionar de modo acorde a las nuevas tendencias educativas
El diseño de los programas debe contar con la participación de los empleados. Debe poner en el centro al alumno y, solicitando que se cubran los objetivos de la estrategia corporativa, darle instrumentos para poder crear su experiencia. Esto se consigue con sesiones de trabajo en las que se exponen las demandas, se realiza un análisis preliminar… Y en aquellas empresas que así lo permitan, también con plataformas de formación que permiten a cada persona construir su itinerario.
Lo más adecuado es que la formación tome la forma de un itinerario, en el que se marque una secuencia de los conocimientos que sea necesario adquirir en paralelo al desarrollo de la carrera de cada alumno. Siguiendo esta línea, hay que poner particular atención en las habilidades y competencias que hablen del futuro y de la sostenibilidad de la empresa.
Es necesario aprender el manejo inmediato de herramientas o procesos de uso común, pero es más importante —incluso crítico— que en las grandes empresas se adquieran capacidades para innovar y aportar valor en nuevos modelos de negocio que harán que la compañía sobreviva en el futuro.
Es necesario aprender el manejo inmediato de herramientas o procesos de uso común
Los planes de formación tienen que sembrar una necesidad de crecimiento personal. Para que la adopción sea efectiva deberíamos seguir el modelo 70-20-10. De esta froma, el 70% del tiempo de adquisición de una capacidad lo debería ocupar la parte práctica. Un 20% depende del trabajo que el alumno realice en actividades para aprender de forma libre, investigando por su cuenta y nutriéndose de contenido autodidacta. Estos conocimientos se adhieren mejor que los recibidos de forma reactiva. Por último, el 10% estaría destinado a la parte teórica.
Esto debería estimular a los alumnos a buscar por sí mismos. Hay que tomarse en serio la recomendación de recursos para que los alumnos sigan aprendiendo después de las clases. El acceso a la información es fácil e inmediato, pero corremos el riesgo de la infoxicación o las fuentes fake. El sistema de aprendizaje, o el instructor, debe proveer una guía flexible, pero fiable, al alumno para su propia investigación.
La formación debe tener un carácter fundamentalmente práctico. Tiene que conseguir el desarrollo de las capacidades prácticas. No es lo mismo conocimiento que competencia. De esta forma, los momentos de formación deben completarse con actividades de coaching y de aplicación en el día a día. Tomando ese primer 70% de la regla anterior, por cada jornada de formación, el alumno debería estar acompañado durante siete días por un guía que le ayude a poner en práctica lo aprendido.
Esto es frecuente en las formaciones orientadas a adquirir capacidades en nuevas formas de trabajar. Se explica en el curso cómo se comienza a trabajar y, durante un tiempo, el equipo cuenta con la asistencia del instructor en la práctica real, en la operativa cotidiana.
La formación debe estar orientada a la componente más práctica
Las acciones formativas deben desarrollarse en un entorno lo más similar posible a la experiencia del empleado. La formación debe estar orientada a la componente más práctica de la competencia que se trata y es conveniente que se desarrolle en el contexto real de trabajo.
Esto se logra preparando, antes de cada acción formativa, una serie de ejemplos concretos de aplicación a la vida real. No hay mejor forma de aprender algo, y de salir de la formación convencido de la utilidad, que hacer que durante el propio curso el alumno pueda utilizar el método o la competencia para resolver alguno de sus problemas.
La componente motivacional debe estar embebida en toda la experiencia de formación. El instructor no debe ser ajeno a la realidad de la posición de las personas que reciben la formación ni a la problemática que puedan tener. Debe utilizar lo expuesto para demostrar que es una mejora en aquellos aspectos de los puestos de trabajo donde existen carencias.
El instructor debe mostrar los beneficios reales, prácticos y en el corto plazo que tiene el contenido que se expone
El diseño del programa debe marcar cómo la formación refuerza el avance en la carrera profesional de las personas, pero también es necesario hablar de los problemas acuciantes en el día a día. Esta es una función clave del instructor: dar a conocer los beneficios reales, prácticos y en el corto plazo que tiene el contenido que se expone.
Dada la escasa capacidad de generar experiencias prácticas similares al entorno del empleado y, sobre todo, de conseguir esta motivación que tienen las plataformas de elearning, se recomienda que para las formaciones se utilice la figura del formador y que este prepare la sesión con anterioridad.
Se deben utilizar nuevas técnicas como la gamificación. Necesitamos que los alumnos enganchen con las sesiones. Muchas veces, los alumnos deben seguir atendiendo el correo y el trabajo del día a día, cuyo volumen no se reduce durante los días de formación. Por eso entran en juego las dinámicas y la gamificación.
El trabajo en equipo, la superación de retos y la vivencia en primera persona del concepto que se está interiorizando facilitan que los alumnos estén al 100% adquiriendo conocimientos.
Artículo publicado previamente en Digital Biz Magazine